Skip to main content

La nostalgia - Bacánika

 

"Oh, I'm an alien, I'm a legal alien" - Drawing by C.C. Timoté.

ESCRITO POR : 




    La Nostalgia

    Y de repente, cuando uno está lejos del país, le llega la nostalgia y lo deja en el suelo, doblado de dolor, sin aire, con conteo de protección.

    No importa si está uno en Madrid, en una calle cualquiera de Nueva York, en Singapur o en la Patagonia, da igual. Lo cierto es que se siente esa necesidad, esa ausencia, ese vértigo de no saber qué diablos está haciendo uno lejos de su gente, de su barrio, de sus amigos, de la persona que tanto ama. Es como si el piso se abriera y uno empezara a caerse en un abismo sin fondo.Pertenezco a una generación que experimentó la nostalgia sin correos electrónicos ni Skype.

    La sensación de lejanía era tremenda. Había que esperar dos o tres semanas para recibir la carta de regreso. Recuerdo en las calles de Madrid haciendo trampas con marroquíes, afganos y bolivianos para llamar a nuestros países gratis. A las tres de la mañana, y muy pendientes de que la policía no nos fuera a pillar, alterábamos un teléfono y nos íbamos dando turnos de a diez minutos por individuo. Luego uno volvía a hacer la fila y llamaba a otro pariente o a otro amigo. Nos cogía la madrugada así, haciendo fila junto a otros nostálgicos que también lloraban en la cabina, mandaban abrazos o prometían amor eterno en distintos idiomas. Qué duro era, carajo…
    A veces llegaba algún colombiano y entonces lo llamaban a uno y le decían: ven este domingo, hay arepas y chocolate de verdad. Uno llegaba temprano, muy pendiente, y de repente, como si el país acabara de aterrizar en esa sala o esa cocina, aparecían las arepas de Promasa y el chocolate Sol recién batido. Y era inevitable que a uno se le hiciera un nudo en la garganta o se le aguaran los ojos. Y si a alguien se le ocurría poner un vallenato o una canción de Alci Acosta, quedábamos todos liquidados, como para pedir un pañuelo. Uno sólo se reconoce colombiano cuando ha estado lejos…
    Un amigo que estaba casado con una extranjera me llamaba a la madrugada, cuando aquí en Colombia eran las diez de la noche, y, borracho, empezaba a decirme:
    - Chokis, Arequipito, veleño, Herpo, Bon Bon Bum, Chocoramo, pandeyuca, pandebono…
    Lo decía como una plegaria, como si estuviera rezando. Era una retahíla de palabras que sólo tienen sentido para un colombiano. Y entonces yo sabía que la nostalgia había llegado y que no tenía a nadie a su lado para recordar lo que era una buena aguapanela con tamal o con almojábana.
    He visto a colombianos dejar doctorados y trabajos extraordinarios para salir corriendo al aeropuerto a coger el primer vuelo a Colombia, así, súbitamente, sin pensar en nada, como quien sabe que su vida depende no de su razón, sino precisamente de todo lo contrario: de su irracionalidad, de su desmesura. No importa si después hay que llegar a las viejas calles, a la falta de oportunidades, a no saber qué diablos va a hacer uno con su vida. Pero al menos le queda la posibilidad de irse hasta la panadería y pedir un roscón con Colombiana o con Pony Malta.
    Somos nuestras calles, nuestras empanadas, nuestros guisos, nuestra música, nuestro caos, nuestra fuerza, nuestro heroísmo, nuestros defectos, nuestra alegría, nuestra rumba. Para bien y para mal. Y cuánta falta nos hacen cuando estamos caminando por calles ajenas, hablando con otros que no entienden nuestras palabras más propias y durmiendo en casas donde nadie sabe en realidad quiénes somos.

    http://www.bacanika.com.co/index.php/secciones/opinion/item/1196-la-nostalgia



    Comments

    Popular posts from this blog

    La mujer maravilla

    La mujer maravilla. Ahora que cuento con algo más de treinta años, me he permitido un tiempo para mirar hacia el pasado y revivir todo tipo de recuerdos, antes de que estos se desvanezcan por si solos y para siempre en mi mente. Es un ejercicio que mueve fibras, por supuesto, pero que también me permitió definir un hecho increíble: el contraste de nuestra percepción a través del tiempo. Cuando tenía alrededor de 3 o 4 años, mi madre tomaba su bicicleta (no recuerdo bien si le pertenecía a ella realmente) para llevarme al colegío antes del medio día. Recuerdo específicamente a esa bicicleta por ser de un estilo diferente; las llaman monaretas . En mi mente esa bici era gigante. Para subirme necesitaba de la ayuda de mi madre. Era roja, de manubrios cromados, largos y estilizados, como las patas de un avestruz. Era muy cómodo ir sentado en su asiento de cuero negro y alargado, que permitía compartir tranquilamente el viaje al conductor junto con el pasajero, uno detrás del otro. S

    Novaptera Novaeangliae

    Not many people believe in the story I'm about to write. The truth... I don't know what the true is but this is what I saw, what I felt and what I remember so far today. This is the story of the day I met Aleene. Some long years ago, my parents decided to organize a special trip to visit and enjoy a magical river, which connects the main cities of the entire country, from the inner center right up to the Caribbean Sea. My eyes have never seen such amount of water before, neither my ears have sense the energetic and impressive sound of the nature. The soft and warm sand under my bare foot passed on me a sensation of happiness and courage that I have not experienced before: I was one with that powerful flow of sand-coloured water.  Despite I was not looking at them, I knew my parents were watching over me. It is always nice to see the first time a kid goes to the beach, I know. What I am sure is not nice at all, is to look at what that little boy was about to do after. From all o