La mujer maravilla. Ahora que cuento con algo más de treinta años, me he permitido un tiempo para mirar hacia el pasado y revivir todo tipo de recuerdos, antes de que estos se desvanezcan por si solos y para siempre en mi mente. Es un ejercicio que mueve fibras, por supuesto, pero que también me permitió definir un hecho increíble: el contraste de nuestra percepción a través del tiempo. Cuando tenía alrededor de 3 o 4 años, mi madre tomaba su bicicleta (no recuerdo bien si le pertenecía a ella realmente) para llevarme al colegío antes del medio día. Recuerdo específicamente a esa bicicleta por ser de un estilo diferente; las llaman monaretas . En mi mente esa bici era gigante. Para subirme necesitaba de la ayuda de mi madre. Era roja, de manubrios cromados, largos y estilizados, como las patas de un avestruz. Era muy cómodo ir sentado en su asiento de cuero negro y alargado, que permitía compartir tranquilamente el viaje al conductor junto con el pasajero, uno detrás del otro. S
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